Mi agenda de conciertos para este 2015
comienza a crecer. Y no sólo en cantidad, sino en calidad. A lo largo de este
año, tengo entre mis planes ver a leyendas como Clapton, Dylan, AC/DC, Kiss o
ZZ Top. Y seguro que todos ellos me harán disfrutar de lo lindo.
Pero, aun así, pocas citas me apetecen
tanto y me hacen tanta ilusión como la del próximo jueves. Porque, damas y
caballeros, el próximo jueves nos visita, ni más ni menos que el legendario
Wilko Johnson.
Desde que tengo uso de razón musical, Wilko
es un tipo que siempre me cayó bien. No sé si me fascina más su forma de rascar
la guitarra, su mirada cuasi psicópata o su pose frenopática en el escenario.
Un tío aparentemente raro pero, a la vez, extrañamente cercano. Y muy, muy
carismático.
Proveniente de esa tierra de tipos duros
y rhythm and blues llamada Canvey Island (si alguien no ha visto aun ese
maravilloso documental llamado “Oil City Confidential”, está tardando en hacerlo), fue el encargado, junto a sus Dr. Feelgood, de
dinamitar Gran Bretaña en los primeros 70`s. Publicaron álbumes majestuosos
(¿acaso no es “Stupidity” unos de los mejores directos de la historia?),
crearon escuela para multitud de bandas que vendrían después y lograron figurar
como referentes supremos de lo que se dio en llamar “pub rock” (bonito nombre, por
cierto).
Cuando, recién iniciado 2013, hizo
pública su grave enfermedad, la triste noticia que en sí este hecho suponía,
quedó aniquilada por la tremenda demostración de amor que hizo por la música. La
historia ya la sabréis, es más que conocida. Tumor en el páncreas, incurable
según los doctores y que situaba su horizonte en no más de diez u once meses de
vida. Suficiente para hundir a cualquiera. Bueno, a cualquiera, menos a un tío
de Canvey Island con 40 años en la carretera. Así que Wilko decidió que, en
lugar de pasar el tiempo que le quedase en el hospital, lo emplearía en grabar
un disco (supuestamente) póstumo con su amigo Roger Daltrey (el fantástico
“Going Back Home”) y en despedirse de su público, con una última gira que duraría lo que durasen
sus fuerzas.
Y eh aquí que, cuando todo parecía
perdido, el destino aun le guardaba una última bala. Wilko decidió aprovecharla
y, a principios de 2014, anuló los conciertos restantes de su gira, para
someterse a una larga y pionera operación, que hizo que aún le tengamos entre
nosotros. ¿Sabéis cuál fue su primera decisión tras salir del hospital y
sentirse de nuevo con fuerzas? Por supuesto, volver a la carretera.
“I'm supposed to be dead now” ha
declarado en recientes entrevistas. Pero, el caso es que no es así, sino todo
lo contrario. Wilko reunió a sus viejos compinches (Norman Watt-Roy al bajo y
Dylan Howe a la batería) y se encuentra más vivo que nunca, esperemos que por
mucho tiempo. De momento, el poderle tener de nuevo en nuestro país, encima
de un escenario, es algo con lo que yo ya no contaba, una especie de regalo que no pienso desaprovechar. Así que, mientras tengas la oportunidad… ¡tócala
otra vez, Wilko!
No hay comentarios:
Publicar un comentario