Si he de calificar de forma breve mi año
conciertístico, valdrían para ello palabras como excitante, memorable o irrepetible. Sin duda, y como dije en el post
anterior, uno de los mejores que recuerdo desde que me diera por meterme hace
ya más de 25 en este mundillo llamado Rock&Roll.
A diferencia de 2012, 2013 y 2014, donde pude verles
hasta en 4 ocasiones, sabía que este año mi agenda de conciertos no podía
pivotar sobre los Rolling Stones. No porque la banda no estuviese de gira (que lo ha estado), sino porque andaría demasiado
lejos y a desmano como para poderlos pillar.
Así que, a falta de Stones, tuve que buscar otro
objetivo. Y la elección no fue casual, sino algo meditado y perseguido desde
hace tiempo: poder ver en mayo a Eric Clapton celebrando su 70 cumpleaños en el
Royal Albert Hall.
Pero antes de ese momento cumbre del año, llegaron
otros también apreciables y que creo deben ser recordados. Como mi nuevo encuentro
(y van tres) con los Quireboys en enero (¡estos tíos nunca fallan!), mi segundo
con The Brew en febrero (tremenda la energía que transmite esta gente en
directo), mi esperada (y milagrosa) cita con el mítico Wilko Johnson en abril o
la presentación del fantástico disco de Loquillo junto a los Nu Niles en la
Riviera madrileña.
Y sí, llego mayo, y con él la hora de la primera visita
a Londres del año (en noviembre vendría otra), para asistir al acontecimiento
marcado desde el principio con rojo en el calendario: Mr.Slowhand celebraba su 70 cumpleaños con siete conciertos en el Royal Albert Hall y yo no me lo quería perder por nada del mundo. La idea inicial era
verle una única noche (la del 17 de mayo), pero, a una semana vista del viaje, se me puso a
tiro otro ticket para repetir dos días antes y no lo dudé. Aunque con repertorios
casi calcados, ambos conciertos fueron para mí distintos. El primero,
especialmente emocionante, mágico e inolvidable. El segundo, algo más frío,
quizás por la pérdida del factor sorpresa, pero de nuevo único y tremendamente
disfrutable. Una experiencia maravillosa.
Y después del Clapton, ¿hubo más vida conciertística
en este 2015? ¡Vaya que si la hubo, amigos! Sin ir más lejos, mayo terminó y
junio empezó para mí con otro de los momentos álgidos del año: la visita de
Angus y sus chicos a Madrid por primera vez en ¿siete? años. También aquí hice
doblete y disfruté mucho en los dos shows, aunque por distinto motivo. El
primero (el del 31 de mayo), por las ganas de reencuentro con la banda y la gran compañía
que tuve a mi lado. Y, el segundo (el del 2 de junio), porque AC/DC rayaron a mejor nivel.
Junio trajo también otro momento clásico y álgido que
se repite todos los años: el Azkena Rock Festival. Aunque esta vez, el certamen no estuvo a
la altura. El despropósito en la confección del cartel (en la segunda de las
jornadas faltó un cabeza que mereciera ese nombre) y cierta desidia y mal
sonido en los que debían haber sido los triunfadores (ZZTop), provocó que se
contasen con los dedos de una mano las actuaciones que merecieran la pena (Sven
Hammond, The Dubrovniks, L7, John Paul Keith y Cracker).
De vuelta del Azkena, aún quedaba un intenso mes por
delante antes de las vacaciones, con el encadenamiento de cuatro citas de alto
nivel: la de unos KISS que estuvieron fantásticos y creo cerraron muchas bocas.
La de un Paul Weller cañero y perro viejo, presentando su nuevo álbum. La del
mito Bob Dylan, delicioso a la par que magnético, pero en un recinto poco
acorde a su sobria propuesta. Y la de un (para mi) sorprendente Lenny Kravitz,
que rockeo, divirtió y dio muestras de sobrada clase.
En agosto,
decidí dar rienda a una pequeña pero deseada locura y me fui hasta Brienz, un
pueblo perdido de Suiza para asistir a un festival que tenía como cabezas a Thunder
y H.E.A.T., dos bandas casi desconocidas a los ojos del gran público. ¿Mereció
la pena? ¡Por supuesto! Y no sólo la mereció, sino que en el concierto de H.E.A.T.
viví uno de los momentos más memorables del año.
Así me planté en el último cuatrimestre, donde aún
tenía por delante un viaje musical más. Pero antes, a modo de aperitivo, asistí
a la presentación del nuevo disco de Los Deltonos en Madrid (¡grandes Hendrik
Röver y sus chicos!) y a la gira cañera del año por excelencia, la
protagonizada por Slayer y Anthrax (magníficos ambos).
Con ello, llegó noviembre, momento de mi segunda
escapada a Londres de 2015. ¿El motivo? Inicialmente, asistir al “Final Tour”
de Mötley Crüe. Pero luego la diosa fortuna quiso que ese mismo fin de semana
se me pusieran a tiro otros dos conciertos que, a la postre, estarían entre mis
favoritos del año: Tedeschi Trucks Band y Tom Jones junto a Van Morrison. Momentos, los tres, para recordar con letras de oro.
De vuelta de Londres, aun me quedaba un intenso último
mes, en el que tuve la oportunidad de ver a Richard Hawley (¡qué ganas tenía de
pillarle!), Nikki Hill (tremenda y muy recomendable tipa), Spike & Tyla
(memorable la aparición de Spike borracho en el escenario cuando el concierto
llevaba casi media hora) y Vintage Trouble (¡menudo pedazo de frontman que
tienen estos tíos!).
En definitiva, otro año más en el que mi rumbo quedó
marcado por momentos como los relatados. Momentos que, como ya dije aquí justo
hace 365 días, ponen el listón muy alto para ser superados en lo venidero.
Aun así, intentaré que 2016 no desmerezca...¡Feliz Año, amigos!
MI TOP TEN DE CONCIERTOS 2015:
3.- AC/DC - Estadio Vicente Calderón, Madrid (31/05/15
y 02/06/2015)
7.- KISS - Barclaycard Center,
Madrid (22/06/2015)
9.- Lenny Kravitz -
Barclaycard Center, Madrid (20/07/2015)
10.- Bob Dylan + Los Lobos - Barclaycard Center,
Madrid (06/07/2015)
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