Hace no mucho tiempo, las muescas
conciertísticas en mi revolver, podían llegar a cerca de 100 cada año.
Disparaba a todo lo que se movía, habitualmente incluso varias veces por
semana. Allá donde hubiera una banda tocando cerca (ya fuera buena, regular o,
a veces, mala), allí estaba yo. Ello me hizo coger muchas tablas, descubrir un
buen puñado de grupos y presenciar algunos shows inolvidables. Pero a costa de
invertir ingentes esfuerzos y, sobre todo, de tragarme también mucha morralla.
En el último lustro, las circunstancias
me han hecho ir cambiando y, para bien o para mal, ser más selectivo, escoger
mejor mis citas y primar la calidad por encima de la cantidad.
Digo esto porque, haciendo recuento y
memoria de 2016, veo que son en torno a 30 las veces que he acudido a un bolo. Y
algunos de ellos han sido memorables. Otros, simplemente buenos. Pero, en muy
poquitos, puedo decir que haya salido decepcionado. Señal inequívoca de que, en
líneas generales, la elección ha sido correcta.
Abrí el fuego el 2 de enero, asistiendo
en Valladolid a la resurrección de los Crossbones, banda de cabecera de la
escena local en los años 90, que llevaba tiempo muerta y enterrada. Y, antes de
que finalizase el mes, tuve una nueva oportunidad (y van ya un montón, pero
todas ellas buenas…) de ver cómo se las gastan Spike y sus Quireboys. La
novedad fue que, en esta ocasión, el show no era en Madrid como en las
anteriores que los había visto, sino también en tierras Pucelanas. Y ver allí
congregada a toda la parroquia de la ciudad, viejas glorias musicales
incluidas, le dio un toque especial y emotivo a la cita.
El siguiente de mi lista fue Chris
Robinson, en la visita a Madrid con sus Brotherhood. Y fue ese un concierto de sensaciones
encontradas. Quienes me conocen, saben que soy un fanático admirador de los
Cuervos, así que sólo el hecho de tener a uno de ellos a dos metros de distancia,
ya me resulta grandioso. Pero ¡carajo!, si tengo que echar a pelear el
repertorio imbatible junto a su hermano, con esta otra propuesta, sinceramente
no hay color…
Y así me planté en mediados de marzo y llegó
el primero de mis viajes del año: el gran Johnny Hallyday me esperaba en Toulouse. Sin duda, y al igual que la vez anterior que le vi, el francés nos obsequió con un magnífico
concierto.
Con Mayo comenzó la época del año donde
se concentraba mi mayor número de eventos. Y, el primero de ellos, fue con Muse,
una grupo que, personalmente, nunca me ha interesado demasiado, pero sobre la
que tenía cierta curiosidad por ver como se desenvolvían en directo. He de decir que, una vez
vistos, dudo mucho que repita con ellos en el futuro. No porque me parecieran
malos técnicamente, sino porque la banda se comportó de una forma tan milimétricamente calculada, como fría y falta de sentimiento.
Cuando supe que AC/DC había despedido a
Brian Johnson y su reemplazo era, ni más ni menos que Axl Rose, una sensación
de tomadura de pelo me recorrió el cuerpo. Tenía tickets comprados desde hacía meses para su
concierto inicial de gira europea en Lisboa y enterarme de aquello no me hizo
ninguna gracia. Pero, después, preferí olvidarme de la parte mala del asunto,
quedarme sólo con la buena (que también la había) y disfrutar al máximo del
concierto. Podéis leer aquí mi relato sobre lo vivido durante el show.
Antes de finalizar mayo, Springsteen trajo
su “The River Tour” a la ciudad y, por supuesto, yo no podía dejar de acudir a la
llamada. Era mi cuarta vez con el Boss y, aun así, la disfruté como si fuera la
primera. Aunque su disco The River sonó mucho menos de lo esperado, fue un show emocionante. De esos de corazón en un puño y ojos
vidriosos. Sin duda, uno de los grandes del año.
Porque de grande cabe calificar también
a Macca y el concierto que nos ofreció en los primeros días de junio. Sí,
amigos, no todos los días uno tiene la posibilidad de oír himnos inmortales de
nuestra música, como Love Me Do, Let It Be o Hey Jude, cantados por su propio
creador. Simplemente maravilloso.
Y, entre el vozarrón de Mike Farris el
10 de junio y la guitarra de Zakk Wylde tres días más tarde, nos plantamos, un
año más (y van ya una buena tirada de ellos), en el vitoriano Azkena Rock
Festival. Después de haber sido muy crítico con la organización en años
anteriores, he de decir que, en éste, las cosas se hicieron mucho mejor y el
cartel nos permitió ver varios conciertos muy interesantes (Imelda May,
Hellacopters, Blackberry Smoke) y uno memorable: el que, al mando de sus Who,
se marcaron dos tipos septuagenarios como Roger Daltrey y Pete Townshend. Aquí
relaté lo vivido.
Antes de las vacaciones de verano, aún
quedaba tiempo para otro par de emociones fuertes. La primera, con una de mis
bandas de siempre: los británicos Iron Maiden que, con su calidad musical y su
punto inequívoco de espectáculo y escenografía, pusieron patas arriba madrileño
Barclaycard Center. Y, la segunda, con otro mito al que nunca había tenido
oportunidad de ver antes (Mr. Robert Plant), quien nos amenizó una agradable
velada, en un bonito entorno (Jardín Botánico de Madrid), marcándose un
concierto elegante y sencillo, a través de la combinación de canciones propias
y temas zeppelianos.
Mis dos siguientes conciertos fueron con
un, para mí, ya clásico, al que, en los últimos
tiempos, suelo tener la oportunidad de ver varias veces al año:
Loquillo. El primero de ellos, en un festival cántabro, en pleno mes de agosto y junto a los Burning, no era sino la antesala del realmente importante: su
esperado paso, el 24 de septiembre, por un abarrotado coso de Las Ventas, que
quedaría recogido para la posteridad en audio y video. Y he de decir que,
resulta indudable, que el Loco se encuentra viviendo una segunda juventud, la
banda suena engrasada y el repertorio que manejan está a la altura de muy
poquitos en este país. Pero no me preguntéis por qué, en este nuevo sonido que
han forjado tras la incorporación de Mario Cobo a la guitarra, echo de menos
algo. Un poco más de contundencia, de punch, de carácter. O quizás es que
simplemente echo de menos al bueno de Jaime Stinus.
Sin tiempo para contemplaciones, cuatro
días después, llegaba el momento de ver a Red Hot Chili Peppers, una banda a la
que, aunque en estudio nunca me apasionó, nunca había tenido aún la oportunidad
de pillar en directo. ¿Y cómo fue el bolo? Pues, técnicamente, de mucha calidad
pero, sinceramente, me transmitió las mismas sensaciones que me transmiten sus
discos. Es decir, pocas tirando a ninguna.
Pero no pasaba nada. Octubre estaba ya aquí
y, con él, llegaba a la ciudad uno de los tipos que más arriba estaba en mi
lista de “pendientes”: Michael Monroe. Aunque el finés se ha dejado caer
por nuestro país unas cuantas veces en la última década, por unos motivos u
otros nunca conseguía pillarle. Y empezaba a temer seriamente que lo mío con él
fuese una especie de maldición. Pero por fin pude quitarme la espina…y ¡de qué
forma! ¡Menudo bolaco, amigos! ¡Creedme si os digo que esos viejos temas de
Hanoi Rocks y Demolition23 siguen sonando de muerte!
Tras un breve paso por Toledo, para ver
un buen concierto de ese tipo que siempre deja el pabellón alto, llamado Ariel
Rot, el mes finalizó de la mejor forma posible con otra banda nacional, la de Jorge Martínez y sus
Ilegales, que nos propició en Valladolid una noche para el recuerdo. Ambientazo,
juerga y unos tipos sobre el escenario que sonaron como un ciclón. Sin duda una
de las sorpresas conciertísticas más agradables del año.
La tarde del domingo 20 de noviembre, se
tornó gris, lluviosa y oscura en Madrid. Absolutamente desapacible para casi
todo, pero perfecta para ver a Robert Smith y sus Cure destripando, durante casi 3 horas,
clásicos a mansalva y deleitándonos con algunas otras joyitas menos vistas en
su repertorio. Fue éste para mi el último gran concierto del año.
Pero antes de que terminase 2016, aún quedaban
tres balas más en el revolver. La de esos primos pequeños de AC/DC llamados Airbourne,
que se marcaron un show breve (muy breve) pero intenso en Madrid. La de ese
torbellino de rock n’ roll “patea culos” llamado Los Zigarros, que rindieron
una triunfal nueva visita (van varias en los últimos tiempos) a la parroquia
vallisoletana. Y, finalmente, la de unos viejos conocidos (aunque ellos renieguen de su pasado) M-Clan, que presentaban en la capital su nuevo y
americanizado trabajo “Delta”. Bonito cierre a un bonito año de conciertos.
Pero, si tuviera que quedarme con 10
momentos de entre todos los vividos en 2016, estos serían los elegidos. Mi "top ten" particular del año:
2.- Bruce Springsteen and The E Street Band - Estadio
Santiago Bernabéu, Madrid (21/05/16)
3.- Paul McCartney - Estadio Vicente
Calderón, Madrid (02/06/16)
5.- Johnny Hallyday- Zenith, Toulouse (12/03/2016)
6.- Iron Maiden - Barclaycard Center, Madrid (13/07/16)
7.- The Cure - Barclaycard Center, Madrid (20/11/16)
8.- Robert Plant and The Sensational Space Shifters -
Jardín Botánico, Madrid (14/07/16)
9.- Michael Monroe - Sala Caracol
(Madrid) 05/10/2016
10.- Ilegales – Sala LAVA, Valladolid
(21/10/2016)
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