viernes, 24 de marzo de 2017

Tedeschi Trucks Band – Kongresshaus (Zurich) 18/03/2017


¡Susan, por favor! ¡Tenéis que ir a tocar a España! ¡Hemos venido desde allí sólo para veros! Y no es la primera vez, sino la segunda. ¡En 2015 ya viajamos hasta Londres por el mismo motivo! ¡Somos grandes fans de vuestra música!

“¿Habéis venido desde España hasta Zurich sólo por nosotros? Wow! ¡Muchísimas gracias! ¡Nos encanta España! ¡Nos gustaría mucho tocar allí! Pero el problema es que difícilmente nos saldría rentable…

Esa fue la confesión que nos hizo una amabilísima Susan Tedeschi al final del show, con cara mezcla de sorpresa y agradecimiento, mientras que Derek asentía con la cabeza a todo lo indicado por su mujer.

Y no por cierta y esperada resulta menos triste su respuesta. Está claro que tiene que ser complicado cuadrar los números para conseguir rentabilizar su venida, habida cuenta de los gastos que supone desplazar a 12 músicos y la moderada repercusión que tendrían en nuestro país. Pero, a la vez, resulta una auténtica pena que la única forma de poder catar a una de las bandas actuales con más calidad, mejor gusto y excelsa propuesta, sea haciendo las maletas y poniendo rumbo fuera de la península Ibérica.


Porque, si algo pudimos contrastar en el show del sábado pasado en Zurich, es que estos tíos van en serio. La Tedeschi Trucks Band actual ya no es la banda revelación que en 2012 ganó el Grammy al mejor disco de blues con su álbum de debut “Revelator”. Ni siquiera sigue siendo la agradabilísima sorpresa que pudimos ver hace un par de años en Londres. En este 2017, son ya una realidad más que contrastada, avalada por tres enormes discos de estudio y cientos de conciertos a sus espaldas. Más engrasada y en la que los músicos tocan aún mejor. Una banda que no deja de subir peldaños en el escalafón y que empieza a ser ya todo un referente de un género musical y una forma de hacer, tal y como lo fueron sus adorados Allman Brothers en el pasado. Una banda que, si el mundo de la música fuera justo, estaría destinada a marcar una época. Y no, amigos. No creáis que exagero. Lo que tienen Susan y Derek entre manos es algo muy grande.

Uno se da cuenta de ello desde el mismo momento en que salen a escena y da comienzo el concierto, de modo absolutamente vibrante, con ese pepinazo llamado “Anyhow”. Dos baterías, bajo, teclados, tres coristas y una triple sección de vientos ponen toda la carne en el asador, mientras la guitarra slide de Derek ruge y la preciosa voz de Susan marca su territorio. Por momentos, nos da la sensación de que quizás muestra un pelín de afonía al cantar alguno de los fraseos. Algo mínimo y nada preocupante, pero que nos hace ponernos en guardia de cara a su observación en canciones posteriores. El sonido del auditorio es magnífico y las cosas, salvo por ese pequeño detalle, no pueden empezar mejor.


Don't Know What It Means” toma el relevo, sin solución de continuidad. Susan domina la escena y se atreve con su primer solo de guitarra de la noche, antes de ceder protagonismo al saxo y dejar que éste se adueñe de la canción y la lleve hasta una orgía de cerca de cinco minutos de improvisación a ritmo de funky jazz.

De momento, el repertorio se centra en su espléndido último disco “Let Me Get By”, pero sabemos que esto no durará mucho tiempo. La banda es amante de realizar en sus shows un buen número de versiones clásicas y la primera de ellas no se hace más esperar: ni más ni menos que la marchosa “Keep On Growing”, escrita por Eric Clapton en su etapa de “Derek and the Dominos”. Y en ella, el jefe absoluto pasa a ser el otro Derek, el nuestro, el que ahora nos ocupa. Tira de galones, hace que los focos se pongan sobre su cabeza y se marca un espectacular solo de guitarra in crescendo, primero sin slide y luego con él. ¡Bravo!

La tranquila, a la vez que preciosa “It's So Heavy” pone un poco de freno a la ya desatada noche y sirve para que Susan luzca de forma absoluta su voz. Si aún nos quedaba alguna pequeña duda de que pudiera presentar una ligera afonía, terminamos por resolverla. Todo está en orden. Falsa alarma y nada que temer.

Sabemos que en la banda son enormemente fans de los Beatles y que difícilmente hay concierto en que no suene algún tema suyo (¡hasta tres tocaron la otra vez que les vimos en Londres!). En esta ocasión, el elegido es “Within You Without You”, canción de influencia hindú que los de Liverpool incluyeron en su “Sargento Pepper’s” y a la que, la voz de Susan y la guitarra de Derek, dan un aire muy interesante, hasta terminar por fusionarla con otro tema propio sacado de su último álbum (“Just As Strange”).

La noche se torna de nuevo funky con “Get Out of My Life, Woman” y Susan cede el testigo vocal a su corista principal (Mike Mattison), cuya presencia irá aumentando desde ese momento en el concierto. Las dos baterías funcionan como una locomotora y la sección de vientos atrona, pero es el bajista en este momento quien capta mi atención. Su labor es fabulosa. Discreta y en segundo plano, pero complicada y tremendamente sólida. Un seguro de vida para el resto de la banda.


Al igual que hacían los Allman Brothers, Tedeschi Truck Band suele tocar dos sets de aproximadamente una hora en cada concierto, separados por un breve descanso. Así fue cuando los vimos en 2015 y así esperábamos que fuera esa noche en Zurich. Miro el reloj mientras suena “Idle Wind” y me doy cuenta de que nos encontramos cerca de esa primera hora. Ello, junto a que el tema se alarga en una enorme jam final, me hace pensar que no hay duda de que estamos ante el cierre de la primera parte del show. Pero, para mi sorpresa, una vez que la jam termina, Susan se queda en el escenario, acompañada por su guitarra y dos de los coristas, y comienza a interpretar la siguiente canción. Se trata de “Color of the Blues”, una versión del artista country George Jones que, cantada así, desnuda de instrumentación y casi a capela, no puede sonar más fabulosa.

La banda vuelve a salir por completo al escenario y el aire country de la tonada anterior deja paso al jazz de Nueva Orleans con otro tema incluido en su último disco (“Right on Time”). Parece que comienza a estar claro que, en contra de lo que habíamos pensado, no tiene pinta de que vayan a hacer dos sets distintos separados por un descanso, sino más bien todo del tirón.


La variedad de estilos que abarcan estos tipos es algo digno de admirar. Y, en todos ellos, resultan ser, además, auténticos maestros. Ahora le toca el turno a un tema de inspiración góspel (“I Wish I Knew How It Would Feel to Be Free”), en el que Susan se desprende de su guitarra y pasa a compartir voz, primero de nuevo con Mike Mattison y, después, con los otros dos coristas, quienes aprovechan su momento de gloria marcándose un duelo vocal de muchos quilates.

A pesar de lo soso que resulta, en general, el público centroeuropeo, la banda ha conseguido ya que el ambiente está bastante caldeado. Y digo bastante y no mucho, porque aún iban a hacerlo subir unos cuantos grados más, transformando un blues de manual (“I Pity the Fool”) en el momento cenit del concierto. Susan primero se desgañita a la voz y luego se marca un punteo de guitarra que hace levantarse a la gente de los asientos. Derek saca su slide, toma el relevo y ataca con otro solo antológico, mientras el resto de los músicos lo dan todo sobre el escenario. Me doy cuenta de que, en ese momento, tengo literalmente la carne de gallina. Ha transcurrido hora y media desde que el show comenzase y ahora sí que se retiran al camerino.

Los sosos y tranquilos suizos han dejado de serlo por momentos y gritan en masa “we want more”. La banda se hace de rogar un par de minutos, pero finalmente regresa con “Freedom Highway”, un tema góspel que los Staple Singers grabaran en el año 65 en una iglesia de Chicago. El escenario pasa a transformarse en altar y Susan adopta funciones de reverendo, cantando el estribillo como si fueran salmos que el resto de la banda repite. ¡Momentazo absoluto éste!


Y casi sin respiro, comienza a sonar “I Want More”, otra de las canciones importantes de su último álbum de estudio. Su ritmo marchoso hace imposible dejar de mover el pie. Derek pretende demostrar que aún no había dicho su última palabra y se marca otro extraordinario solo de guitarra, esta vez sin slide. El tema acaba fundido con una versión del "Soul Sacrifice”, canción instrumental de Santana que les viene como anillo al dedo y en la que continúan los lucimientos en otra larga jam final: primero, nuevamente de Derek y, después, de los dos baterías, que se enzarzan en un bonito duelo.

La banda se despide de nuevo y, esta vez, será de forma definitiva. Miro el reloj y veo que, aunque por poco, el concierto no ha llegado a las dos horas. ¡Demonios! ¡Queremos más! ¡No podéis dejarnos así ahora! Pero se encienden las luces del recinto y suena música por los altavoces. Señal inequívoca de que esto ha sido todo.

Nos miramos, sonreímos y pensamos en la gran noche que hemos vivido y que no se nos olvidará. Todo ello, sin saber que aún faltaría la guinda, en forma de breve, pero animada charla con Derek y Susan. Nos hacemos fotos con ellos, nos firman un setlist y un disco y nos despedimos hasta la próxima. Quizás hayan hecho caso a nuestras súplicas y pueda ser en España...


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