viernes, 29 de diciembre de 2017

Lo mejor de 2017 (II)


Vivimos tiempos en los que, grabar un nuevo disco, ha pasado a ser, para muchas grandes bandas, un incordio, cuando no una mera excusa para poder salir a la carretera. Sobra decir que, la música enlatada, ya no da dinero como antes. Ahora, las habichuelas de verdad, se reparten en los mega festivales, las exclusividades, las cada vez más inflacionarias giras y los shows de estadio.

Hasta hace no mucho, que uno de los grandes viniera a tu país, era todo un acontecimiento. Ahora, no hay verano en que, para suerte de quienes amamos la música en vivo, al menos media docena de ellos, anden a la vez y casi en las mismas fechas compitiendo por ver quién la tiene más larga.

The Rolling Stones. Ese era el nombre sobre el que, a priori, iba a pivotar mi ruta conciertística en este 2017. Pero, por el camino, y gracias a lo arriba comentado, una serie de escuderos de lujo se fueron uniendo, hasta conformar un año inolvidable. Así que, como dijo "Jack the Rippper", vayamos por partes.


Después de un mes de enero tranquilo, Rival Sons, una banda que hasta entonces se me había mostrado esquiva, rompieron de forma inmejorable el hielo de la temporada, cumpliendo de sobra con las expectativas creadas. Tras ellos, y antes de que acabase febrero, pude también ver (y estrechar la mano) a toda una leyenda llamada John Mayall.

En marzo, enganché de nuevo a Blackberry Smoke, después de que su actuación del Azkena 2016 nos supiese a “coitus interruptus”. Queda claro ya que estos tipos son una apuesta segura. Y, ¡por cierto! ¡Ojito a los teloneros que llevaron ese día! Se hacen llamar Biters y representan uno de los descubrimientos más agradables del año para quien esto suscribe.


Pero, si hubo una noche para el recuerdo en este primer trimestre, fue la que Susan, Derek y su Tedeschi Trucks Band nos ofrecieron en Zurich a finales de marzo. Era nuestra segunda vez con ellos (tras la de Londres en 2015) y volvieron a maravillarnos casi tanto como la anterior. Tuvimos, además, la ocasión de saludarles al final del show y no dejamos pasar la oportunidad de hacerles una petición: “¡Susan, por favor! ¡Tenéis que ir a tocar a España!”

Abril y mayo fueron meses de transición. Pero, aun así, pude ver de nuevo, en ellos, a los ingleses The Brew (pura energía sobre el escenario), a los “gothic rockers” The 69 Eyes y a mis queridos Deltonos, éstos además por duplicado (Madrid y Valladolid).



Aunque hubo un tiempo en que creímos que no sucedería nunca (al menos en esta vida…), Axl, Slash y Duff materializaron su lucrativa reunión y el “Not In This Lifetime Tour” de Guns N’ Roses recaló en Madrid el 4 de junio. Allí estaban, juntos en el escenario, tres de los cinco miembros originales de la que fue mi banda favorita a principios de los 90’s. Y, con ellos, di el pistoletazo de salida a dos meses de actividad casi frenética.



Ver a Primal Scream, en la madrileña Riviera, sirvió de puente, para mí, a una cita ya ineludible cada temporada en estas fechas: fin de semana en Vitoria y AzkenaRock Festival. El cartel se presentaba imbatible y el resultado no le fue a la zaga: Hellacopters, King's X, The Shelters, Loquillo e Inglorious nos gustaron. Chris Isaak y Fogerty nos conquistaron. Thunder y Cheap Trick, nos enamoraron. Y, The Cult, en uno de los mejores conciertos vividos este año, directamente nos apabullaron.



Sin tiempo casi para la recuperación, otro plato fuerte nos esperaba en el horno: Aerosmith visitaban Madrid, después de muchísimos años. Y, por supuesto, allí nos plantamos, para dar fe de que los “Toxic Twins” siguen vivitos y coleando.

El segundo fin de semana de julio, volví a tirar de avión y me escapé a Londres, con un doble objetivo: Tom Petty y U2.



A los irlandeses, los vi hacer un, a ratos espectacular , pero algo irregular show del “Joshua Tree Tour”, en el maravilloso estadio de Twickenham.

Y, ¿de Tom Petty? ¡Qué os voy a contar de Tom Petty, amigos!

El sitio, la comunión con el público, el repertorio, la puesta en escena, la presencia de Stevie Nicks, los Heartbreakers…y, por supuesto, él. Todo esa tarde en Hyde Park fue mágico e inolvidable. 

Y no. Creedme que no me estoy dejando llevar por el aura de misticismo que su posterior desaparición puede infundir a lo que os cuento. Prueba de ello es que, pocos días después del concierto, aquí dejé ya escrito todo eso.



El Garage Sound, un festival de nueva creación en Madrid, fue nuestra última cita de julio. Viejas glorias de los 90’s, como Extreme, Thunder, Ugly Kid Joe o Terrorvision pasaron por allí, dejando el pabellón bien alto. Esperemos que la aventura pueda tener continuidad en años venideros.

Y, sin solución de continuidad, hicimos las maletas y comenzamos la gran aventura del año, en forma de "road trip" de varias semanas por la costa oeste americana. Allí, muchas cosas que hacer y, entre ellas, una marcada en rojo en el calendario: ver a los Who en el Colosseum de Las Vegas el 1 de agosto. Fue mi tercera vez con ellos y, sin duda, la más emocionante de todas.



Comencé septiembre volviendo a enganchar a Primal Scream (esta vez, en la plaza mayor de Valladolid, dentro de la programación de fiestas) y a la nueva versión de los Dogs D'Amour del amigo Tyla.

Y con ello, llegó por fin el momento Rolling Stones del año.

Cuando anunciaron su gira europea, me propuse asistir, al igual que en 2014, a un par de sus conciertos. Barcelona y París, dos citas con casi un mes de diferencia, fueron las elegidas. Y, en ambos shows, disfruté de lo lindo, pero el sabor de boca (agridulce en Barcelona y maravilloso en París) fue distinto. ¿Volveremos a tener la oportunidad de verlos en 2018? Todo parece apuntar a que así puede que sea.



¡Por cierto! Entre show y show de los Stones, tuvimos la oportunidad de ver en Madrid al mítico Ian Hunter y su Rant Band, demostrando que el tío está impecable pese a su edad y deleitándonos con un gran concierto.

Noviembre tenía también varias fechas marcadas en el calendario. La primera, correspondía a los suecos H.E.A.T., banda joven, con ganas de comerse el mundo y de la que quedé prendado en un festival en Suiza hace un par de años. La segunda, a Mike Sánchez, un fenomenal pianista de boogie-woogie al que descubrí en los Rhythm Kings de Bill Wyman allá por 2001. Y, la tercera, a Mike Scott y sus Waterboys quienes, aun con un, esta vez, discutible repertorio, nos ofrecieron una agradable velada.


Así llegó diciembre y, con él, tuvimos de nuevo a Los Zigarros calentando, a ritmo de rock n’ roll, la fría noche vallisoletana.

El año conciertístico estaba a punto de finalizar, pero aún quedaba la traca final, en forma de fin de semana intensivo en el madrileño WiZink Center: el viernes 15, viendo a Loquillo cerrar su exitosa gira y, al día siguiente, asistiendo a una nueva comunión de masas con el gran Dave Gahan y sus Depeche Mode quienes, una vez más, volvieron a encantarme.



Sin duda, un 2017 musicalmente inolvidable y difícilmente superable, del que me quedo con este "Top Ten" de momentos vividos:

3.- The Who - Caesars Palace, Las Vegas (01/08/2017)
9.- Aerosmith - Auditorio Miguel Ríos, Rivas Vaciamadrid (29/06/2017)
10.- Cheap Trick - Azkena Rock Festival, Vitoria (23/06/2017)

martes, 26 de diciembre de 2017

Lo mejor (y lo peor) de 2017 (I)


Gregg Allman, Butch Trucks, Chuck Berry, Malcom Young, Fats Domino, Charles Bradley, Chris Cornell, Johnny Hallyday, Tom Petty,..

Amigos, el Rock N’ Roll se nos desangra, año tras año, en un goteo constante que, lejos de parar su hemorragia, incrementa su ritmo.

Es ley de vida, lo sé. Muchos de nuestros referentes musicales, han entrado ya en una edad que nos pone en preaviso de “malas noticias”. Pero, cuando éstas llegan, cuesta aceptarlas.

Siento gran respeto por todos los arriba mencionados. Han sido, son y serán parte importante de la música que amamos. Pero, por distintos motivos, dos de esas pérdidas me han marcado especialmente y abanderan lo peor de este 2017.


Tom Petty y Johnny Hallyday. Dos tipos por los que sentía una profunda admiración. Dos tipos a los que había visto recientemente en directo. Dos tipos a los que contaba con volver a ver…


Pero es momento de hacer balance, no sólo de lo malo, sino también de todo lo bueno que ha tenido el año. 

Al pensar en ello, me doy cuenta de que el cuerpo me ha vuelto a pedir refugiarme en álbumes clásicos, antes que aventurarme a descubrir nuevos lanzamientos (¿cosas de la edad?). Aun así, hay algo más de una veintena de trabajos editados en el periodo que, en mayor o menos medida, me han acompañado estos meses.



Eso sí, esta vez, me cuesta decidirme por diez, como en otras ocasiones. No ha sido éste un año en que tenga claros favoritos por encima del resto. Así que, sin que sirva de precedente, me olvido de listas y paso a nombrarlos tratando de no establecer un orden concreto.

Gregg Allman y su sobrecogedor y póstumo “Southern Blood”. Imelda May y su elegante y cándido “Life Love Flesh Blood”. Ray Davies y su nostálgico homenaje a la tierra “Americana”.


El classic rock “old school” de Thunder (“Rip It Up”) y Revolution Saints (“Light In The Dark”). El esperado nuevo álbum de nuestros queridos suecos H.E.A.T. (“Into The Great Unknown”). O esa presentación en sociedad de The Magpie Salute que nos ha dejado con ganas de muchísimo más...


La enérgica sabia joven de los Biters (“The Future Ain't What It Used To Be”) y Tyler Bryant & The Shakedown. Los regresos en solitario de Little Steven (“Soulfire”) y Roger Waters (“Is This The Life We Really Want?”).


Gov't Mule y su, para mí, mejor trabajo en algunos años (“Revolution Come...Revolution Go”). The Waterboys y su extraño, largo e irregular “Out of All This Blue”. Chuck Berry y su inconfundible disco de despedida.


Gun y su consistente “Favourite Pleasures”. L.A. Guns y su esperada reunión (“The Missing Peace”). Alice Cooper y su “Paranormal”. Paul Weller y su “A Kind Revolution”.


La nueva grabación en directo de Tedeschi Trucks Band (¡firmada por ellos a mano en su show deZurich!). El enérgico “We're All Alright!” de Cheap Trick. El “Prisioner” de Ryan Adams.


Los pepinazos de The Godfathers (“A Big Bad Beautiful Noise”), The Professionals (“What In The World”) y Junkyard (“High Water”). El más que notable “Shade” de Living Colour.

O, por supuesto, las nuevas grabaciones sesenteras de los Stones “On Air”. Todos ellos han sonado con mayor o menor insistencia en mi reproductor durante los últimos 365 días. Y por ello creo que merecen ser recordados. 

¿Alguien no sabe por dónde hincarles el diente? Permitidme que os los presente a modo de compilación:


viernes, 27 de octubre de 2017

The Rolling Stones - U Arena (París), 22/10/2017


¡Diablos! ¡Qué largas se me han hecho las tres semanas y media transcurridas entre el concierto de Barcelona y el de París! Como os conté, su show en la Ciudad Condal me dejó un sabor agridulce. Tuvo momentos enormes, sí. Pero se vieron algo empañados por la actuación de Keith, sin duda la más floja y desconcertante de cuantas veces les he visto en directo. Y no os voy a engañar: me preocupaba que París sirviera para confirmar lo que ya dije al terminar el anterior. Que el amigo Richards ya no estuviera para estos trotes.


Pero ¡no sabéis cómo celebro haberme equivocado! El jodido Kiz revivió e incluso se quitó años entre una y otra fecha. Sí, sé que cuesta creerlo. Pero, al menos en el show parisino al que asistimos el pasado domingo, estuvo lúcido, locuaz, divertido, perfecto a la voz y muy centrado con su instrumento. Sin entradas en falso. Sin errores garrafales con la guitarra (aunque ésta, en momentos, estuviera un poco alta, para mi gusto). Sin lapsus ni instantes de desconcierto. Más bien todo lo contrario. 

Valga decir que, para quien esto escribe, uno de los momentos memorables de la noche, coincidió con la interpretación del habitual set de dos temas en los que Jagger se retira al camerino y él se queda de protagonista. Esta vez, su “Happy” sonó lleno de garra y, su “Slipping away”, sencillamente maravilloso y emotivo. Así, sí, querido Keith.


Pero no sólo él estuvo a la altura esta noche. El concierto, una vez más, fue enormemente emocionante y disfrutable, y tuvo mucho y bueno donde elegir.

Un recinto, inaugurado precisamente ahora con ellos, cómodo (excepto por los draconianos controles de acceso), espectacular a la vista y en el que todo sonó en su sitio.

Un inicio con más punch que el visto hasta ahora en el resto de shows de la gira. Ese punch que te da “Jumping Jack Flash”, pero que no tiene “Sympathy for the devil” cuando la tocas para abrir el fuego (al menos por lo visto en Barcelona).


Un setlist en el que, por supuesto, no faltaron los temas habituales (enormes, en esta ocasión, “Paint It Black”, “Midnight Rambler” y “Street Fighting Man”). Pero en el que hubo cabida para tres cambios que, personalmente, me supieron a gloria. Dos de ellos (la cover de Little Walker “Hate to See You Go” y la fantástica “Dancing With Mr. D”), hasta ahora, nunca se los había visto hacer en directo. Y, el tercero, fue ni más ni menos que un “Angie” que sonó por primera vez en la gira y puso patas arriba el recinto.


Una banda, que no sólo estuvo inmensa en la interpretación (en el caso de Mick, Ronnie y Charlie, eso ya no es ni noticia), sino a la que vi pasárselo especialmente bien esta noche. Con muchos más gestos de complicidad y socarronería que en otras ocasiones. ¡Bravo por ellos!


Pero… ¿y ahora qué? Esa es la pregunta que me hago desde hace varios lustros después de cada una de sus giras. Con estos tíos, ya sabéis que siempre ha existido el riesgo de que fuera la última vez. Más aun cuanto más mayores se hacen. Sin ir más lejos, después de su último bolo madrileño de 2014, tuve la sensación de que quizás así sería. 

Pero esta vez no. Esta vez, estoy convencido de que no pueden despedirse de los escenarios sin una gira como dios manda por su querido Reino Unido. Los rumores están ya sobre la mesa e indican que podría tener lugar en el primer semestre de 2018. Si nada se tuerce, intentaremos estar allí.


Sí, lo sé, es sólo Rock&Roll... But we like it.

jueves, 28 de septiembre de 2017

The Rolling Stones – Estadio Olímpico (Barcelona), 27/09/2017


Me resulta complicado tratar de ser objetivo al hablar de los Stones. No sólo son la banda mejor y más importante de la historia del rock. Son mi banda. Esa con la que he crecido, que tantas alegrías me ha dado y a la que llevo años siguiendo de forma incondicional. La banda de mi vida. Y por ello, soy de la opinión de que, simplemente el hecho de poder, a estas alturas, seguir disfrutando de ellos encima de un escenario, ya es motivo de felicidad y agradecimiento. Algo que sé que echaré mucho de menos cuando no estén.

Pero ayer en Barcelona, mi sensación fue algo agridulce

Dulce por tenerlos otra vez delante de mis narices. Dulce por ser testigo, nuevamente, de una colosal actuación de Mick y Ronnie, ambos inmensos toda la noche. Dulce por asistir a otra “master class” de Charlie, quien, además, estuvo más sonriente que de costumbre. Dulce porque, a pesar de llevar ya un buen puñado de conciertos suyos a mis espaldas, cinco de los veinte temas que sonaron ayer (“Just Your Fool”, “Ride 'Em on Down”, “Slipping Away”, “Rocks Off” y ¡¡¡”Under My Thumb”!!!), era la primera vez que los oía en directo, algo que dice mucho en favor de un grupo al que sus detractores acusan de “tocar siempre las mismas canciones”. 

Y dulce porque...¡diablos!, volví a emocionarme, a saltar, a cantar hasta desgañitarme y a vibrar como siempre que los tengo delante.


Dulce y, sin embargo, a la vez algo agria, por darme cuenta de que, definitivamente, Keith ya no está para estos trotes. 

Sí, sé que hace años que son habituales sus altibajos y sus errores en directo. Pero, a pesar de ello, hasta ahora, yo era el primero que le perdonaba y justificaba todo. ¡Incluso en su tour de 2014, no sé si llevado por mi pasión, creí verle mejor que en años precedentes!. 

Pero ayer, su actuación fue descorazonadora. Apático, ausente, fallón y dando la sensación de estar ya de vuelta de todo y hastiado de interpretar un papel en el que me da que ha dejado de creer.


Habían transcurrido los primeros seis temas de la velada y llegaba el momento en el que Mick, como cada noche, tenía que presentar la canción seleccionada por el público a través de sus votaciones y que interpretarían a continuación. 

Pero no fue posible. Antes de que pudiera hacerlo, Keith entró en falso con el riff de guitarra de “Rocks Off” y no sólo arruinó la presentación, sino que desconcertó completamente al propio Mick, quien creo estuvo a puntito incluso de parar el tema

Amigos, nunca hasta ayer había visto a Jagger en esa situación, lanzando esas miradas de desaprobación a Richards y haciendo esos gestos de sorpresa al resto de sus compañeros.


Transcurridas tres canciones más, nos encontrábamos en el ecuador del concierto. Y, con él, llegaba el momento, también habitual, en el que Mick debía presentar a la banda y abandonar el escenario para darse un respiro, mientras Keith tomaba el mando de la voz durante un par de temas. Pero ayer, tampoco este trámite salió como el resto de noches. 

En lugar de comenzar inmediatamente con el primero de estos temas (“Happy”), Keith se quedó impertérrito y como bloquedado frente al micro, sin poder pronunciar palabra y mirando arriba y abajo durante unas decenas de segundos que parecieron una eternidad. Confieso que llegué incluso a preocuparme por él, pensando que le estaba sucediendo algo. Finalmente volvió en sí y “Happy” pudo arrancar, pero era más que evidente que algo no iba bien.


Son sólo dos ejemplos de situaciones ocurridas ayer, que estuvieron intercalados entre algunos momentos más lúcidos (se me viene, por ejemplo, a la cabeza, el solo de guitarra de “It’s only Rock&Roll”, en su sitio y bien tocado) y otros (la mayoría) que no tanto. 

Quizás solamente se trató de un mal día (he oído que andaba algo acatarrado y puede que eso también influyera). Pero, no os voy a engañar. Mi sensación general sobre el estado del amigo Richards no fue para nada halagüeña.


Lamento que quizás pueda parecer que, el tono agrio de la crónica, pesa más que el dulce. No amigos, tampoco pretendo ni quiero que os llevéis esa idea de lo vivido ayer. 


Un concierto de los Stones siempre es sinónimo de alegría, de nervios previos, de emoción, de desmadre...En definitiva, sinónimo de Rock&Roll. Y ¡qué carajo! Ayer, ninguna de esas cosas faltaron a su cita.

En apenas tres semanas, volveré a verlos en París. Y espero, para entonces, tener que comerme mis palabras y poder contaros aquí que todo era una falsa alarma y el jodido Keith está hecho un chaval. Quizás os lo cuente, sí. Pero, si eso sucede, no olvidéis que, a veces, la pasión no le deja a uno ser demasiado objetivo...

jueves, 13 de julio de 2017

Tom Petty and The Heartbreakers - Hyde Park (Londres), 09/07/2017


Nunca había visto a Petty en directo hasta el pasado domingo en Hyde Park. Me perdí su gira europea de 2012 y, desde entonces, no habíamos tenido a tiro otra oportunidad. Ya saben ustedes, el de Gainesville no es un tipo que se prodigue mucho por el viejo continente. Así que, cuando anunció su show londinense como el único que daría en Europa este año, me dije a mi mismo que ésta sí sería la buena… ¡Y vaya si acerté! El rubio y sus Heartbreakers se marcaron un concierto que se encuentra ya en mi “Hall of Fame” personal de los mejores a los que haya podido asistir.


Lugar idóneo y cargado de historia. Temperatura ideal. Visibilidad adecuada y sonido impecable (al menos desde mi posición). Comunión absoluta con las 65.000 almas presentes (está claro que "London is different"). Escenografía maravillosa. Una banda en estado de gracia. Un setlist magnífico. Una invitada estelar (la “Fleetwood Mac” Stevie Nicks). Y un capitán de la nave que se encuentra a la altura de los más grandes. Esa y sólo esa fue la fórmula de la ecuación perfecta.

Mis expectativas eran altas y, mis nervios, los de las grandes ocasiones. ¡Para qué os lo voy a negar! Sobre el horario previsto, los tipos salen a escena como quien no quiere la cosa y, sin trucos ni artificios, comienzan con un “Rockin' Around (With You)” que rompe el hielo y suena a gloria. ¡Qué mejor forma de empezar un show de 40 aniversario que con la primera canción de su primer álbum con los Heartbreakers!


Le siguen “Mary Jane's Last Dance” (con su peculiar ritmo y su vibrante final) y la pegadiza “You Don't Know How It Feels”, en la que no es Tom sino el multinstrumentista Scott Thurston quien se arranca con la armónica.

El repertorio de la noche recorrerá la mayor parte de sus etapas, si bien con dos únicas concesiones a sus últimos discos (una de cada uno). La potente “Forgotten Man”, de su “Hypnotic Eye” de 2014, es la primera de ellas. La Zeppeliana “I Should Have Known It”, que tocarán mediado el show, será la otra. Magníficas ambas.


"¿Queréis cantar conmigo?", dice Petty. Obvia señalar la respuesta enfervorecida del público. “I Won't Back Down” y, sobre todo, “Free Fallin'” ponen a Hyde Park patas arriba y a mi con la piel de gallina y los ojos llorosos por vez primera en la noche.

Esa joyita llamada “Walls” propina un momento de semi descanso, antes de que la audiencia se venga de nuevo arriba con un “Don't Come Around Here No More” cuyo estribillo creo se nos oyó gritar a kilómetros a la redonda.

Llega el momento de presentar a la banda y Tom se muestra especialmente simpático con cada uno de ellos, de quienes dice son casi más cercanos a él que su propia familia.


Sus dos nuevas (y preciosas) coristas, hermanas para más inri (The Webb Sisters) son quienes abren la tanda de introducciones y reciben el primer cariño del público. Las sigue el gran Steve Ferrone, un batería top del que Tom dice que probablemente sea "el mejor músico con el que nunca haya tocado" (aparte del único “bebé negro que había en Brighton”).

Si quieres montar una buena banda de Rock&Roll, necesitas un buen bajista…y yo tengo a uno de los mejores”, señala sobre Ron Blair. “Conozco a Benmont Tench desde que éramos chavales. Tomé la decisión de tocar con él cuando vi que era capaz de interpretar con su teclado el Sgt. Pepper's de los Beatles de principio a fin”.


Tom se toma su tiempo con cada uno de ellos. Pero no nos importa. Lejos de hacerse pesado, consigue sacarnos una sonrisa tras otra con cada una de las historias.

En 1970 vi un anuncio donde se ofrecía un guitarrista. No tenía teléfono, pero sí una dirección. Decidí ir y me encontré a un tipo con una guitarra de 60 dólares. No resultó muy prometedor. Pero, de pronto, se arrancó con el riff de “Johnny B. Goode” y dije: ¡quiero a este tío en mi banda para siempre! Y, ese tío, sigue conmigo hoy día y se ha transformado en uno de los mejores guitarristas de rock del mundo. Damas y Caballeros, Mr. Mike Campbell”.

Igual que presume Springsteen de su E-Street Band, lo hace Tom de los Heartbreakers. Veo en ambas bandas muchas similitudes y, en ambos jefes, motivos sobrados para hacerlo.


Estamos en el ecuador del show y llega uno de los momentos esperados por todos. Desde que se supo que Stevie Nicks iba a ser la telonera, quien más quien menos se la imaginó marcándose a dúo el “Stop Draggin' My Heart Around”, tal y como hicieran en 1981. Y así, tal cual, fue como sucedió. Treinta y seis años después, Stevie y Tom mano a mano en el escenario. ¡Bravo!

Miro a mi alrededor y veo cómo la emoción se palpa en el ambiente. Tengo a mi derecha a unos tipos de la edad de mi querido padre, de esos con pinta de estar curtidos en mil batallas, a los que se les caen los lagrimones literalmente de los ojos. El efecto contagio es inmediato. Amigos, ésta es la magia de la música. Respiro hondo y me siento afortunado de estar allí, entre esa gente y en ese preciso instante.


It's Good to Be King” inicia un set de tres temas seguidos correspondientes al magnífico “Wildflowers”. La interpretación comienza pausada y baja por unos momentos el punto álgido en el que estábamos. Pero, poco a poco, va in crescendo y, tras cerca de 10 minutos (la más larga del show), acaba desbocada en un estupendo final.

No suelo tocar esta canción frecuentemente, pero hoy voy a hacerlo porque me da la gana”, dice Tom como apertura a “Crawling Back to You”, mi gran favorita del álbum. Se va haciendo de noche y la escenografía visual destaca cada vez más. Los coros de las hermanas Webb lucen especialmente en este tema. El sonido es perfecto. La interpretación, memorable. Sin duda, para quien escribe estas líneas, uno de los momentazos de la velada.


Tom coge la guitarra acústica y completa la triada de “Wildflowers” con el tema que le da título al álbum. ¡Carajo! ¡Qué bueno es este disco! Y ¡qué gozada poder oír también esa canción en directo esta noche!

Learning to Fly” es la siguiente. La banda la interpreta mientras las enormes pantallas proyectan un precioso y elaborado vídeo con imágenes que repasan toda la carrera de Petty. El momento (una vez más y van ya unas cuantas…) vuelve a ser mágico.


Yer So Bad” y la mencionada arriba “I Should Have Known It” dan el pistoletazo de salida a la parte final del show, antes de que suene “Refugee” y, de nuevo, Hyde Park al completo, coree puños al aire hasta desgañitarse.

Cuando desde hace tiempo, mientras escuchaba sus discos, imaginaba cómo sería ver a Tom Petty y los Heartbreakers en directo, lo hacía de muchas maneras. Pero había una que siempre primaba sobre las demás: me los imaginaba interpretando “Runnin' Down a Dream”. Y me veía a mí presenciando emocionado ese riff inicial de guitarra, esa pegadiza melodía, esa magnética forma de cantar de Tom, ese magistral solo final de Mike Campbell,…


Y, sí amigos. Aquello, esta vez, no era un sueño. Ahí estaba yo, con Tom Petty y los jodidos Heartbreakers frente a mí, cascándose un “Runnin' Down a Dream” que no olvidaré nunca y con el que dieron por concluido el show.

¿Concluido? Bueno, todos sabíamos que no era así. Los chicos volverían a salir a escena para darnos otra dosis en forma de propina. “You Wreck Me” y (por supuesto) “American Girl” pusieron el broche de oro a una formidable velada.


A veces, la gente me pregunta que si realmente compensa andar de acá para allá, invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo, avión tras avión, kilometrada tras kilometrada, sólo por ver a unos tíos tocando unos instrumentos encima de un escenario… ¡Demonios! Quizás no lo entendáis, pero ¡claro qué compensa!

Sí, lo sé. Es sólo Rock&Roll. Pero, gracias a él, la vida puede ser a veces maravillosa...


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