viernes, 22 de abril de 2016

Nothing compares 2 U


Lemmy, Bowie y, ahora, Prince.

Los tres se nos han quedado por el camino en los últimos meses, de forma repentina e inesperada. Son días tristes para todos los que amamos la música y lloramos sus pérdidas de forma sincera. Nuestros ídolos van cayendo y, con ellos, se termina una era. Me preocupa tremendamente pensar cuántas otras noticias como éstas vamos a tener que hacer frente, de forma inevitable, en los próximos años. Siempre nos quedará como consuelo, eso sí, la pervivencia de su legado.

Nunca tuve a Prince entre mi grupo de artistas más predilectos, pero siempre mi respeto hacia él fue máximo. Cuando alguien me pedía opinión, yo siempre respondía lo mismo: Prince es, ni más ni menos, que uno de los mayores genios de la historia de la música moderna. Alguien adelantado siempre a su tiempo, capaz de componer de forma excelsa, cantar como pocos y tocar la guitarra (y el piano) con un virtuosismo difícil de igualar. Un extraterrestre, como lo fuera también Jimi Hendrix.

Pero para mí, Prince, además de todo ello, siempre será aquel tipo que cometió una de las mayores brutalidades artísticas del siglo: llenar, en el verano de 2007, las 20.000 butacas del O2 Arena londinense, durante 21 noches de forma consecutiva, interpretando un repertorio completamente distinto cada noche. Y, por si eso fuera poco, 12 de las 21 noches tuvieron además premio extra para cerca de 3.000 afortunados, con una segunda actuación sorpresa en la sala Indigo ubicada en el mismo recinto del O2. En total, cerca de medio millón de personas asistieron a esos 33 shows y le vieron interpretar 819 canciones (616 en el O2 Arena y 203 en el Indigo)… números que asustan y solamente quedan a la altura de eso, de un genio.

Yo, tristemente, nunca tuve la oportunidad de verle en directo y bien que me pesa. En los últimos años pasó a ser para mí una pieza de “caza mayor”. Alguien que estaba en los primeros puestos de mi lista de artistas a los que quería tener frente a frente sobre un escenario. Pero el genio de Minneapolis se nos ha ido antes de tiempo y, con él, la esperanza de poder cumplir mi deseo. Descanse en paz.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Real Time Web Analytics