Son varias las ocasiones en las que he oído decir al Loco que uno de sus mayores méritos es saberse rodear siempre de los mejores.
Y ese, precisamente ese, creo que es el principal motivo al que hay que achacar el que podamos tener un disco de este calibre en nuestras manos.
Un disco que no sería posible sin una banda de categoría (si ya de por sí lo era, aún más con el refuerzo de Josu García a la guitarra), sin una producción absolutamente maestra como la de Jaime Stinus (quien más y mejor ha sabido entender al Loco en la última década) y sin unas composiciones tan brillantes como las aportadas para este trabajo por el gran Sabino Méndez.
Un disco de Rock, sí. Pero no de Rock alegre y facilón, sino adulto, oscuro, rabioso y melancólico.
Un disco que abre el fuego y lanza ya un aviso con la canción que le da título y en la que va dejando clara su declaración de principios (“con rabia y ternura, con desespero, por ti, por mí, por todos los que quiero…yo bailo el rock”) antes de llegar al primero de los momentos estelares del álbum con “El mundo necesita hombres objeto”. Que me parta un rayo si este tema no huele a kilómetros a clásico en sus repertorios a partir de ahora!!! Guitarreo, melodía y un estribillo antológico (“Afile sus dientes, póngase a contar a diez. Hay luna llena y hombres lobo como usted”). A estas alturas de trabajo ya queda claro que el Loco está de vuelta a lo grande.
Prosigue la escucha con el elegido como primer single, “Contento”, tema con cierto aire a lo “The Clash” y que nos deja también alguna que otra perla (“Borra si es que puedes mi sonrisa de la cara. Prueba, no lo lograrás”), antes de cerrar la cara A del vinilo con “Muñecas rusas” (quizás el tema más prescindible del álbum) y la original “Mi bella ayudante en mallas”, canción que encajaría como un guante en la banda sonora de cualquier película de Tarantino.
Pero lo mejor del trabajo está aún por llegar, en una cara B, a mi modo de ver, antológica. La preciosa y melancólica “Paseo solo” nos ofrece una de las mejores letras del disco y destapa de nuevo el tarro de las esencias (“Nadie va a vivir mis cosas como yo las vivo. Ni a nadie va a saberle como a mí mi trago de Jim Bean”), antes de toparnos con la que creo que es la gran joya del trabajo, “De vez en cuando y para siempre”, canción absolutamente magnética y de guitarras hipnotizantes que te atrapan desde la primera escucha.
Un viejo tema de corte oscuro y ochentero (“Planeta Rock”), ya grabado por Sabino en el pasado, mantiene el tipo del disco con nota antes de llegar a su cierre de forma inmejorable con otra joya: la épica “Luna sobre Montjuïc”, escrita en 1985 y cuya escucha nos retrotrae a otras épocas y otros momentos. Una especie de “Cadillac Solitario” del siglo XXI aliñado con el espíritu de “Cuando fuimos los mejores”. Absolutamente delicioso.
Se sabe que un disco es grande cuando, una vez concluido, te ves obligado de forma inmediata a volver a empezarlo de nuevo, a disfrutar una vez más de cada uno de sus pasajes. Y este, sin duda, es uno de esos. Una obra ya imprescindible y a la altura de las mejores del que es, por mérito propio, un artista imprescindible de nuestra música.
Puedes escucharlo aquí en Spotify.
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