A principios de los 90 tuve la oportunidad de ver en directo a los Harlem Globetrotters, ese mítico equipo de baloncesto formado más que por jugadores, por malabaristas del balón. Anunciaban sus shows como si fueran partidos normales contra otro equipo (cuyo nombre no recuerdo, a pesar de ser siempre el mismo), pero luego los partidos no eran tal. La ausencia de competitividad era absoluta y el rival no era más que un mero sparring. Se trataba simplemente de divertir al público durante dos horas con todo tipo de trucos circenses, siempre con un balón de por medio, por supuesto.
El pasado viernes por la noche, Carvin Jones me hizo recordar una y otra vez a los Harlem Globetrotters. En esencia, su show fue un poco lo mismo, sustituyendo claro está al balón de baloncesto por una Fender Stratocaster y al rival-sparring por un bajista y un batería cuya labor oscura y nulo lucimiento, permitieron que no se le robase ni una pizca de protagonismo al rey de la noche.
Al igual que en el caso de los Globetrotters, el bueno de Carvin nos deleitó con también cerca de dos horas de espectáculo circense a ritmo de blues. Una sucesión de trucos que dejaron con los ojos abiertos de par en par a los allí presentes. No faltó apenas posición ni parte de su cuerpo con la que Carvin no tocara su guitarra: de pie, de rodillas, sentado, tumbado, por detrás de la espalda, con ella apoyada en el hombro, con los dientes, a una mano, por arriba, por abajo, con el pie,…incluso se atrevió a marcarse un solo con dos guitarras a la vez.
La sala estaba llena de cámaras de video, con la intención de filmar el concierto para la edición de un próximo DVD. Así que, supongo que por el anterior motivo, si habitualmente Carvin (quien no paró de sonreír) ya tiene la vitola de showman, esta noche puso aún más carne en el asador, tirando de un repertorio mezcla de temas propios y ajenos, y subiendo la temperatura del público en los momentos en que se marcó el “Purple Haze” y el “Voodoo Child” de Hendrix, o el “Iceman” del añorado Albert Collins.
La verdad es que he de decir que fue un show divertido y que seguro no defraudó a los que allí estábamos, siempre y cuando tuviéramos claro lo que íbamos buscando. Digo esto porque, como os comenté el otro día, se trata de un tipo que viene con el aval de haber sido considerado uno de los 50 mejores guitarristas de la historia del Blues. Pero como también dejé aquí escrito y me reafirmo después de haberlo visto, me parece que eso es mucho decir. No porque no sea un virtuoso, que lo es, ni porque no sepa cómo divertir a su público, que lo sabe y bien, sino porque creo que en lo estrictamente musical, le faltan cierta originalidad y un sonido y estilo propios, atributos que han tenido de sobra todos aquellos grandes del blues que sí pueden considerarse entre los mejores del género, de Robert Johnson a Hendrix, de Clapton al propio Albert Collins, de Stevie Ray a BB King.
Por cierto, me sorprendieron muy gratamente los teloneros, la jovencísima banda local New Passengers, un power-trío de buenos músicos (tremendo, sobre todo, el bajista) y gran desparpajo, que nos deleitaron con un funk-rock pegadizo, de buenos coros y letras directas cantadas en castellano (a pesar de que su nombre pueda inducir lo contrario). Habrá que seguirlos la pista.
Os dejo con algunos de los malabarismos de Carvin “Globetrotter” Jones:
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