Al Azkena se va. Ese es el eslogan que, desde
hace un tiempo, ha acuñado la organización, resumiendo, en una frase, el
pensamiento de buena parte de los que allí, año tras año, nos congregamos. No
importa que otros festivales traten de seducirnos con propuestas mastodónticas.
No importa que llueva o haga sol. Y, por no importar, no importan casi ni las
bandas que actúen (entiéndaseme esto último con la debida cautela). Al Azkena
se va. Y punto.
Se va, porque su ambiente es magnífico y su propuesta,
guste unos años más y otros menos, siempre es variada, configurada con gusto y
de calidad.
Se va, porque no es fácil encontrar un festival
tan cómodo. En el que la ausencia de agobios sea absoluta. En el que apenas sea
necesario hacer colas (ni para beber, ni para comer, ni para ir al baño). En el
que uno pueda ver los conciertos tan bien y con tanta tranquilidad.
Se va, en definitiva, porque uno encuentra en Vitoria,
ese fin de semana, el sitio perfecto para estar y disfrutar de lo que más nos gusta: la música.
Y, por todo ello, hasta allí nos fuimos un año más.
VIERNES 22 DE JUNIO
RIVAL SONS: apenados por no llegar a tiempo a
ver a los Sheepdogs, al menos desembarcamos en el recinto a la hora justa para
romper el hielo con los californianos Rival Sons, una de nuestras bandas más
deseadas, a priori, del festival y, a la postre, la mayor decepción del mismo.
Esperábamos muchísimo del demoledor directo de Jay Buchanan y los suyos, que
comenzaron bien con un poderoso “Electric Man”. Pero ni el sonido, ni la
temprana hora, ni la solanada que se comieron, jugaron a su favor. Y, ante
ello, la banda bajó los brazos, terminó por desconectarse y se limitó a cumplir
de forma ramplona el expediente. Son buenos, no hay duda. Pero está claro que
no fue su día. Una pena.
VAN MORRISON: Era mi tercera vez con el
irlandés y, quizá de las tres, ésta fue la que más me agradó su propuesta. Probablemente,
ni el Azkena es su sitio ideal, ni el público del Azkena es su público objetivo.
Pero es innegable que el tipo puso de su parte, dejando de lado sus habituales
malos gestos, mostrando buena actitud y conformando un setlist eminentemente
bluesero, tocado y cantado con maestría por él y su formidable banda. Quizás se
echó de menos algo de pegada y volumen al principio, pero el show fue de menos
a más y acabó por transformarse en un buen concierto. Bien por Van.
DEAD CROSS: antes del festival, intenté
escuchar varias veces el disco de debut de la banda, pero no conseguí, en
ninguna de ellas, pasar del tercer o cuarto tema. Y, aun así, tenía ganas de
ver este concierto. No ya tanto por sus canciones (con las que, como os digo,
no conecto), sino por el hecho de ver juntos a dos tipos como Patton y Lombardo
de los cuales sí soy fan en sus otros proyectos. Y he de decir que el show me
pareció musicalmente mejor de lo esperado, disfrutable y ameno. Tengo claro que
me quedo con el Mike Patton de Faith No More. Pero, ¡diablos! Este tío, haga lo
que haga, ¡tiene un carisma alucinante! Y de la bestia parda llamada Dave
Lombardo, ¿qué queréis que os cuente? ¡Menuda forma de aporrear la batería! Eso
sí, tras esa tomadura de pelo final, amagando con el “Reign in Blood” (Slayer)
unido al “Epic” (Faith No More), para luego dejarnos con un “coitus
interruptus”, ¡los hubiera matado!.
CHRIS ROBINSON BOTHERHOOD: con el recuerdo aun
fresco de su reciente paso por Madrid, volvimos a encontrarnos con Chris y su
hermandad, desgranando su ya conocida y cada vez más consolidada propuesta.
Folk rock americano, psicodelia, jams y su inconfundible vena sureña. Nada
nuevo bajo el sol y, a la vez, todo ello ejecutado de forma maestra (chapó, una
vez más, por Neal Casal a la guitarra). He de decir, eso sí, que soy mucho más
de los hermanos Robinson juntos que por separado. Chris y sus hippies, en
algunos momentos me saturan, haciéndome desconectar un poco del concierto. Pero,
mientras la deseada reunión familiar no llegue a buen puerto (que no tiene
visos de suceder) y los cuervos vuelvan a la carretera, el hecho poder catar a
uno de ellos, siempre merece la pena.
GIRLSCHOOL: teníamos ganas de ver a Urge
Overkill y, su caída del cartel a pocos días del festival, nos dejó un poco
fríos. Las británicas “Girlschool” cubrieron el hueco y se destaparon con un intenso
y entretenido bolo, al menos en el rato que las pudimos prestar atención. Para
entonces, eran casi ya las 3am y el cansancio del largo día comenzaba a hacer
mella. La retirada al hotel a tiempo, nos supo a victoria.
SÁBADO 23 DE JUNIO
JAMES TAYLOR QUARTET: ¡qué gran acierto son los
conciertos matutinos de la Virgen Blanca! Año tras año, me viene este
pensamiento a la cabeza, mientras estoy en la plaza, viendo a bandas que
siempre dan con el perfil perfecto para tocar en ese sitio y a esa hora. Y esta
vez, la propuesta funky-jazz de James Taylor y los suyos, no le fueron a la
zaga. Justo lo que necesitábamos para acabar de desperezarnos, calentar esos
momentos previos a la comida y comenzar con el mejor pie posible la segunda
jornada.
MOTT THE HOOPLE: ¡Diablos! Uno está tan
acostumbrado a encontrarse a gente con actitud perdonavidas que, cuando ve a
tipos de casi 80 años (¡79 tiene Ian Hunter!) con tanta energía y tantas ganas
de pasarlo bien encima de un escenario, no puede sino quitarse el sombrero ante
ello. Y si, además, esos tipos se cascan un concierto del nivel del que Mott
the Hoople se cascaron el sábado, ya tenemos juego, set y partido. “Golden Age
of Rock 'n' Roll”, “Roll Away the Stone”, “All the Way From Memphis”, “Sweet
Jane”, “All The Young Dudes”,…. ¡Se me pone la piel de gallina de recordarlo! Maravilloso,
emocionante, memorable. ¡Bravo por Mott The Hopple!
TURBONEGRO: de acuerdo que los noruegos ya no
rezuman peligro como antaño. De acuerdo que, sin Hank a las voces, no es lo
mismo. De acuerdo que su actuación comenzó algo baja de volumen (cosa que
pronto mejoró). De acuerdo que el repertorio estuvo quizás excesivamente basado
en su (buen) último disco. Pero aun así, ¡me lo pasé en grande con ellos! Y ¿de
qué se trata un concierto, sino de eso? Divertidos, entretenidos, potentes…Así fueron
Turbonegro.
JOAN JETT: Joan Jett. La jodida Joan Jett. La
legendaria Joan Jett. La amiga de Dee Dee y Joey Ramone. La líder de las
Runaways. La gran dama del punk-rock. Nuestro mito sexual adolescente, desde
que en los 80’s la viéramos en la peli con Michael J. Fox. La del “Bad
Reputation” y el “I love Rock & Roll”. La de “Crimson & Clover”, la de “I
Hate Myself for Loving You” y la de “Cherry Bomb”. Sí, esa. Con su extraordinario
aspecto, su tremendo porte y su característica voz. Allí la tuvimos, durante
hora y media. A pocos metros de nosotros. Desgranando un repertorio lleno de
clásicos, apoyada en sus formidables “BlackHearts” y gozando de muy buen sonido
en toda su actuación. Un gran cabeza de cartel para el Azkena. Gran acierto. Sí
señor.
GLUECIFER: ¿cómo puede ser que estos tíos hayan
estado tantos años separados? ¡Menuda pedazo de banda! ¡Qué energía! ¡Qué gran setlist!
¡Qué conciertazo, amigos! Si el año pasado fue el Culto quien cerró la jornada
del sábado y se marcó el mejor bolo del festival, esta vez, Gluecifer fueron
los encargados de una y otra cosa. “Kings of Rock” se hacen llamar y eso es algo
muy serio. Pero noches como ésta, explican el porqué de ese mote. ¡Cómo se les
echaba de menos!
Son más de las 3:30am y llevamos un buen tute encima. Ponemos punto final y abandonamos el recinto, mientras pensamos en lo
rápido que ha transcurrido el fin de semana, lo bien que lo hemos pasado nuevamente
y lo largo que se nos va a hacer hasta que llegue el momento de volver en la edición venidera… Porque sí, ya sabéis: mientras las cosas no cambien, al Azkena se va.
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