viernes, 11 de marzo de 2011

The Brew y la "Sala Caravan"


Tenía ganas de ver a los británicos The Brew. Sus discos “The Joker” de 2008 y “A Million Dead Stars” de finales de 2009 me parecen tremendamente escuchables e incluso por momentos adictivos. Sonido crudo de Hard-Blues-Rock setentero, de influencia Zeppelin, The Who, Hendrix o Stevie Ray Vaughan. Y con un auténtico Rock Star de 21 añitos a la voz y las seis cuerdas (Jason Barwick).

Todo ello, alimentado además por las grandes críticas que había oído y leído a propósito de sus directos, tanto en anteriores visitas a España como en su reciente gira (las referencias que me habían llegado de su show hace un par de semanas en Valladolid eran inmejorables).

Así que anoche, por supuesto, no falté a su cita madrileña en la, hasta el momento para mi desconocida, “Sala Caravan”. Y la verdad es que no puedo decir que me llevase un buen sabor de boca precisamente…

La banda salió a matar, dándolo todo desde el primer momento, haciendo gala de su buen estado de forma y demostrando el por qué de su buena reputación. Su líder, aparenta incluso menos de los 21 años que atesora, pero tiene garra, feeling y una gran presencia, demostrando además un dominio de la guitarra total. Y además sabe ganarse a la gente con sus saltos, sus molinillos a lo Pete Townshend, sus solos por detrás de la espalda o incluso su demostración de cómo tocar con un arco de violín (referencia aquí inevitable a Jimmy Page y su “Dazed and Confused”). Quedé asimismo gratamente impresionado por el gran trabajo del batería, pleno de técnica y al más puro estilo Keith Moon o John Bonham (casi nada, vamos…).

¿Pero entonces qué fallo para que saliese de allí con mala sensación de boca? Pues simple y llanamente, la ya para mi despreciable “Sala Caravan” (dudo mucho que vuelvan a verme por allí…). O lo que es lo mismo: un bar-musical no preparado para conciertos, con un escenario lateral, columnas por todas partes, nula visibilidad, sonido horrendo y calor asfixiante. Vamos, todo lo que se necesita para transformar un presumible muy buen concierto en un incomodo y prescindible espectáculo.

Y de verdad que lo siento por la banda. Creo que no merecen este injusto trato y espero resarcirme pronto volviéndolos a ver en otras condiciones más adecuadas.

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